Había una vez un pueblo que vivía bajo el mandato de un dragón muy muy malo, que se quedaba con sus riquezas y se pegaba la gran vida a costa de los pobres pueblerinos.

A la mayoría de los habitantes del pueblo les parecía bien la situación, el dragón siempre había estado ahí y se habían acostumbrado a su presencia, pensaban que no todo era malo, y aunque todos le tenían un poco de rencor también creían que en el fondo el dragón les protegía.

Pero a todos los villanos les llega su mala época y se desataron varias desgracias en cadena que sacaron al malvado dragón de sus casillas... primero fueron las críticas puntuales de alguno de los habitantes del pueblo, luego unos descontrolados quemaron fotos suyas, los juglares se mofaron de su hijo y finalmente en una convención de villanos el dragón perdió los nervios y mandó callar al dragón del pueblo vecino.

Entonces los pueblerinos, que estaban acostumbrados a la posición altiva del dragón, encontraron muy gracioso que perdiera los nervios, se olvidaron de que el dragón era malo malísimo y aplaudieron lo que hizo.

Ahora en el pueblo todo el mundo es más feliz, el dragón les sigue robando lo que es suyo, pero ya no le tienen tanta manía.

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

foto by Solgrundy